Conmemorando el Día Internacional de la mujer te dejamos algunas estadísticas con respecto a las mujeres en la ciencia y en la tecnología.
En el panorama internacional.
Sólo 17 mujeres han ganado el Premio Nobel de física, química o medicina desde que Marie Curie lo obtuvo en 1903, en comparación con 572 hombres (UNESCO-2019).
En el panorama nacional.
En México, sólo el 33% del total de científicas y científicos son mujeres (UNESCO, 2019).
En Staff IT
La participación de las mujeres en nuestras oficinas corporativas y en la atención a los servicios especializados que brindamos es del 42% y 36% respectivamente (febrero, 2022).
Los principales obstáculos para que las mujeres ingresen al sector tecnológico son:
Las limitaciones del sistema educativo.
Los estereotipos de género, normas culturales y factores sociales que refuerzan a las disciplinas en ciencia, tecnología, ingeniería o matemáticas como profesiones tradicionalmente masculinas, y que impactan directamente la decisión de las mujeres al momento de elegir una carrera. Así, mientras que 28% de los niños de 15 años en México quiere convertirse en ingeniero o científico, solo 9% de las niñas indica lo mismo. Esta discrepancia se agrava en la educación superior; en 2018, menos de 3% de las mujeres que ingresaron a la universidad -y menos de 1% de mujeres que ingresaron a posgrado- eligió matricularse en áreas de TIC, en comparación con 9% y 3% de los hombres, respectivamente. Como resultado, en el ciclo escolar 2018-2019 solo 30% del total de las personas graduadas de una universidad en carreras TIC son mujeres. Este conjunto de circunstancias, además de perpetuar la división entre programas académicos tradicionalmente “masculinos” y ”femeninos”, reduce la probabilidad de que las mujeres adquieran las competencias necesarias para su incorporación y desarrollo profesional en el sector tecnológico.
Estereotipos de género y sesgos inconscientes.
“La tecnología es un campo masculino”, “las mujeres son menos productivas que los hombres”, “ellas carecen de espíritu competitivo”, “los hombres, por naturaleza, son mejores para la ciencia”, etc., son estereotipos profundamente arraigados en la sociedad mexicana y son causa determinante en la exclusión de las mujeres en las disciplinas. Un estudio publicado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) descubrió que 35% de la población en el país cree que los hombres son más adecuados para las profesiones científicas y tecnológicas que las mujeres. Afirmaciones como esta obstaculizan su crecimiento profesional en la industria, ya que permean en la cultura y los centros de trabajo, influyendo -consciente o inconscientemente- en las políticas de contratación, promoción, evaluación y publicación de vacantes, favoreciendo a los hombres por encima de las mujeres. “Hay una falta de familiaridad con las mujeres que ejercen autoridad, toman decisiones o la iniciativa. Cuando una mujer asume este rol, suele enfrentar resistencia. Si bien es cierto que cada vez hay más mujeres en el sector de las TIC, todavía no es un porcentaje representativo. Dado que este ha sido un espacio tradicionalmente masculino, las personas están acostumbradas a que haya hombres en las posiciones de liderazgo, favoreciendo el status quo.”
Discriminación Laboral.
Además de generar sesgos inconscientes o discriminación sutil, los estereotipos de género también se pueden manifestar en el entorno laboral en formas más directas, dando lugar a prácticas discriminatorias. Entre las más comunes se encuentran la desigualdad de salarios por el mismo trabajo, responsabilidades laborales limitadas para mujeres, procedimientos de contratación y evaluación sesgados, acoso sexual, entre otras. En total, 3.5 millones de mujeres en México han denunciado prácticas de discriminación laboral.
Falta de equidad en el reparto de las responsabilidades domésticas.
Otra causa que ralentiza la incorporación de las mujeres a la economía formal es que las responsabilidades domésticas son tradicionalmente encomendadas a ellas, asignándoles el trabajo no remunerado y a los hombres el rol de proveedores. Esta percepción sobre quién es responsable de las actividades del hogar y quién de la actividad económica se traduce en una carga para las mujeres que quieren trabajar y formar una familia al mismo tiempo. Por ejemplo, en promedio, las mujeres mexicanas pasan 39 horas a la semana realizando trabajo doméstico no remunerado, tres veces más el tiempo invertido por los hombres en las mismas actividades. Aunado a lo anterior, 44% de la población en México cree que cuando una madre tiene un trabajo remunerado, sus hijos sufren. Por lo tanto, no es de sorprender que casi 70% de las mujeres que son madres, no estudian ni trabajan. De hecho, solo 36% de las ejecutivas tienen hijos, menos de la mitad del promedio nacional en maternidad, el cual indica que 77% de las mujeres mayores de 18 años son madres.
Ausencia de modelos a seguir.
En el sector tecnológico se ha encontrado que la existencia de compañeras y profesoras incrementa considerablemente el interés y la confianza de las niñas. Este hecho se replica en el campo laboral, por lo que, los entornos completamente masculinos sin otras mujeres que funjan como mentoras, colegas y líderes, generan sentimientos de aislamiento, disminución del sentido de pertenencia y reducen la probabilidad de las mujeres de desarrollarse en las TIC. En los ambientes dominados por hombres muchas de las normas no escritas han sido definidas desde una perspectiva masculina, por ende, a las mujeres les resulta más difícil desenvolverse y generar alianzas. Aunado a lo anterior, dado que en la contratación y los ascensos pueden influir las redes de apoyo, la falta de estas, específicamente en mandos altos, constituye un obstáculo adicional para que las mujeres avancen en su carrera. Al establecer estas redes dentro del trabajo, las mujeres tienden a ser más proactivas y vocales sobre sus intereses de crecimiento.
Creencia en la estrategia de género neutro.
Para combatir la discriminación laboral por género en el proceso de contratación, muchas empresas han optado por un enfoque “neutro”, que consiste en omitir el género tanto en el currículo como en las solicitudes de empleo. Dicha práctica resulta, paradójicamente, contraproducente. Esto se debe a que, en principio, no se recaban o desglosan los datos por género, impidiendo así el entendimiento de las brechas existentes y el impacto de acciones específicas para atender este reto. Diversos estudios han demostrado que, debido al prejuicio de género subyacente en la sociedad, no evidenciar las diferencias de género en los procesos de reclutamiento tiende a favorecer a los hombres, aniquilando la posibilidad de dar un primer paso que garantice la inclusión. Así, al ignorar barreras concretas como la carga mental y doméstica, o las desventajas educativas a las que se enfrentan las mujeres y que se han analizado previamente en esta publicación, se genera en sí misma una brecha de género desde el mismo proceso de postulación.
La fuente de esta información, corresponde a un trabajo desarrollado por laboratoria.la
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