Hoy sabemos que la ética es útil y hasta redituable si se le entiende con un sentido positivo, la ética corporativa no es para reducir el campo de acción señalando campos minados para la “conciencia empresarial”, sino para abrir horizontes de posibilidades de mejora, tanto para las personas que forman parte de la empresa como para quienes se relacionan con ella.
La tendencia actual es hacia una visión más integradora de la ética, sumamente auténtica y vivencial, donde sea parte medular de la actividad empresarial y no un apéndice que eventualmente se manifiesta en actos de mera buena voluntad.
En ese contexto, cumplir con los códigos de ética empresarial, si éstos están correctamente formulados, contribuye a mejorar a la empresa, es decir, a incrementar su utilidad.
Desafortunadamente la inmensa mayoría de los códigos de conducta empresariales siguen siendo un conjunto de buenos deseos y así lo demuestran los indicadores que colocan a México como un país muy corrupto.
Pero existe la oportunidad de ir creando una nueva mentalidad sobre como nos conducimos y cómo nos gustaría conducirnos y esto se basa en la principal moneda de cambio en las relaciones humanas: CONFIANZA.
A todos los seres humanos nos gusta relacionarnos con alguien confiable, es decir que tenemos la certeza de cómo se comportará bajo ciertas circunstancias y de ahí que la ética empresarial proporciona la guía que soporta la confiabilidad no solamente de un individuo, sino de todo un grupo, empresa o incluso país.
Las relaciones más redituables y de las cuales todos sacamos mayor provecho, son aquellas dónde sabemos que esperar del otro y eso genera la confianza y la posibilidad de generar mejores relaciones, mejores resultados y mejores negocios para todos.