Ya conoces la norma básica del consumo responsable: reducir, reutilizar, reciclar. Reduce la cantidad de residuos que produces, reutiliza los objetos para alargar su vida útil tanto como puedas y recíclalos cuando ya no te sirvan.
Partiendo de esta base, existen algunos pequeños hábitos que podemos cambiar fácilmente sin que suponga mucho esfuerzo en nuestro día a día pero que, a largo plazo, sí causarán un beneficio en nuestro planeta.
Hábitos para disminuir los residuos
• Evita los productos de usar y tirar. Compra cosas que puedas reutilizar. Por ejemplo, en reuniones con familia o amigos cambia los vasos y platos de plástico o unicel por otros aptos pero que puedas lavar y volver a utilizar en la siguiente reunión.
• Utiliza la menor cantidad de envoltorios posible, porque es más limpio quien menos ensucia. Por ejemplo, cuando vayas a comprar frutas y verduras, evita las bandejas blancas y los empaquetados excesivos.
• Reutiliza las bolsas que te dan en los establecimientos donde compras tus productos, pero lo mejor, sin duda, es llevar siempre una bolsa de tela. En caso de que aún así necesites bolsas extras, cuando llegues a casa no las tires a la basura, almacénalas para cuando vuelvan a hacerte falta.
Hábitos para ahorrar energía
• Utiliza luces de ambiente. Si colocas lámparas con luces tenues y de bajo consumo en lugares estratégicos de la casa, puedes utilizarlas en lugar de la lámpara de techo cuando no necesites mucha iluminación, por ejemplo si estás viendo la televisión, escuchando música, etc. La lamparita de lectura también ahorra energía y cuida tus ojos.
• Desenchufa los electrodomésticos cuando no los utilices. Algunos gastan energía incluso cuando están apagados pero conectados a la corriente eléctrica. Por ejemplo, no dejes cargando el móvil cuando ya tiene la batería llena.
Hábitos para ahorrar alimentos
• Haz una lista de lo que necesitas antes de salir a comprar. De esta forma evitas las compras compulsivas que luego te harán arrepentirte de vuelta en casa.
• Compra productos de Comercio Justo. Cuando compras productos de comercio justo te aseguras de que los alimentos proceden de lugares donde se está haciendo un esfuerzo por respetar el precio justo de cada cosa para ayudar a las economías en desarrollo, conseguir un intercambio horizontal y evitar las desigualdades.
• Elige en la medida posible productos frescos sobre productos procesados. Los alimentos procesados, para poder conservarse, son tratados con sustancias poco recomendables para nuestra salud.
Es necesario adoptar prácticas como estas para asegurarnos de que nuestro consumo –que es inevitable– tenga el menor impacto sobre el planeta y también sobre nosotros. Y además no implican ningún gasto ni esfuerzo extra. Pongamos en práctica desde hoy estas pequeñas acciones cotidianas y sintámonos orgullosos de nuestro paso por el planeta.