El término “mansplaining” proviene del inglés, y está compuesto por las palabras “man” y “explain”, que significan “hombre” y “explicar”, respectivamente. Lo más habitual es que aluda al trato condescendiente y paternalista que muchos hombres dispensan a las mujeres, como si sus interlocutoras no tuviesen suficiente capacidad, agudeza o destreza para desenvolverse en una conversación o en una situación en la que no existiese este “añadido”.
Puede ser alguien que habla en voz alta a una mujer con la que no está de acuerdo, o un hombre que asegura que una mujer está mal informada porque no está de acuerdo con él.
Un estudio de las Universidades de Brigham Young y Princeton, demuestra que los hombres hablan tres veces más que las mujeres en reuniones. Además comprobaron que, cuando un hombre habla mucho, es considerado más competente que los demás. En el caso de las mujeres, se percibe precisamente lo contrario.
Aunque la mayoría de situaciones relacionadas con el mansplaining se dan de hombres hacia mujeres, también pueden darse casos de mansplaining dirigido hacia otros hombres. Esto suele suceder en contextos en los que la competitividad es muy grande.
También es más difícil que se dé este fenómeno de las mujeres hacia los hombres. Por un lado, no hay una cultura tradicional que haya educado en este sentido; por otro lado, son varios los estudios que apuntan a que las mujeres tienen una mayor preferencia por las relaciones simétricas.
No importa cómo se manifieste, se trata de un comportamiento dañino y sexista que las mujeres pueden padecer en casa, en el trabajo o la escuela.
En definitiva, el mansplaining tiene un claro efecto sobre las relaciones de poder, lo que puede suponer que una mujer sea invisibilizada y anulada en un ámbito profesional, al tratar con compañeros o jefes que se consideran más sabios, experimentados o inteligentes.
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